-Blas,
el perro de él. Eran muy unidos. Y los hombres abandonan a las mujeres o a los
niños, pero no a los perros.
Tengo
algunos problemas con Doberti. Me gusta que lo hayan rescatado mediante el
truco del flashback porque es un
personaje enorme, uno de los mejores detectives privados que ha parido el cine.
Eso significa que su muerte ocurre recientemente, hace unos pocos meses. Pero
siempre hablan de él como de un pasado muy lejano. Hay cierta inverosimilitud
temporal.
Otra
cosa que echo de menos respecto a la primera temporada es la atmósfera. Esa
atmósfera agobiante, angustiosa, irrealidad incrustada en la realidad, mágicamente
oscura.
Tras
la primera temporada y esos 10 años buscando a su hija, Fabián Danubio recibe
la visita de una mujer. Su hijo lleva 6 meses desaparecido, ¿le podría decir
por dónde empezar a investigar? Y él dice que claro.
La
trama policiaca funciona muy bien. Barras bravas, los ultras del otro lado del
charco. Allí tienen proporciones más gigantescas. Una mafia financiada por los
propios clubs y con conexiones en la policía y la política. La serie muestra
muy bien todo eso.
Después
está la relación entre Fabián y su hija. Qué duro todo. Ella apenas habla, él
no sabe cómo manejarlo. Una relación en que ambos anhelan la conexión pero sólo
chocan una y otra vez. Gran labor la de los dos. Aunque esa rapidísima
evolución de 0 a 100 en un segundo… Un chico y tilín…
La
intriga se mantiene de continuo y acelera en los dos últimos capítulos.
Los
extremos a los que uno llega por sus hijos. Y lo que no se quiere ver de ellos.
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