Sara
Morozzi abandonó a su marido y a su hijo de 7 años para trabajar en
el Servicio Secreto. Ahora se ha retirado, vive en un cuartucho de un
motel y viste como Colombo.
En Nápoles. Le llega la noticia de que su hijo ha muerto
atropellado.
La
serie arranca con la música de Bonnie
Tyler
(Total
Eclipse of the Heart)
en un flashforward.
Y eso está bien porque funciona como ancla temporal. La próxima vez
que oigamos las notas sabremos de inmediato en qué momento estamos.
Hay
una trama muy bien construida. No tienes esa odiosa sensación, tan
frecuente, de que las cosas se improvisan sobre la marcha. Hay una
estructura clara y un desarrollo lógico. Sara investiga la muerte de
su hijo y lo resuelve, pero eso le “obliga” a tomar otro caso y a
conocer a personas: un inspector, su nuera… Hay un político, un
par de sicarios, un periodista… Personajes e historia se
desenvuelven de modo coordinado y convincente. Incluso nos creemos al
espía ciego. En serio.
Cuesta
mucho aceptar la premisa inicial y luego colocarnos del lado de Sara.
Pero ahí está el mérito de la serie: que sigamos con interés las
añagazas de una persona que nos cae mal.
Después
hay símbolos interesantes. Ese banco ante un tiovivo que nunca se
mueve. O casi.
Creo
que se pasan un poco en lo de ridiculizar a Pardo. A veces, el pobre
hombre, parece la mascota de unos dibujos de Disney. Entiendo que es
el personaje cómico pero es también un inspector en un drama y
resulta raro a veces.
No
rompe moldes, tira de bastantes clichés, pero entretiene en todo
momento.
-Haz
lo que hacen siempre los buenos agentes: olvidar.
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