22/6/25

28 años después

Intensa sí que es. Pero es tan inverosímil…
Entiendo la película como dos aventuras. La primera, el viaje con el padre, no me parece mal. Ocupa la mitad del metraje, más o menos y me la creo (no del todo, pero aceptamos los agujeros) tanto en su parte de acción como en la dramática.
La segunda, el viaje con la madre, exige suspender la incredulidad demasiado. Que la madre enferma se ponga en pie ya cuesta aceptarlo, cosas que vienen a partir de ahí… El joven que aparece oportunamente, la lucidez en los momentos precisos, la zombi del tren (esto no, esto es ir demasiado lejos), otra aparición oportuna…
Esta última de Ralph Fiennes es lo mejor que le pudo pasar a la película pero ya un poco tarde.
Me gustan cosas como eso de estar rodeado por la muerte y sorprenderse porque alguien va a morir de una enfermedad natural. O eso de 28 años de muerte y sólo una persona crea un monumento al memento mori. O el propio concepto del modo diverso en que educan un padre y una madre pero entrelazados (Jodie Comer evoca más a su padre que a su madre). Es evidente que Boyle y Garland hacen una película sobre la aceptación de la muerte. Y, por tanto, lo importante es el amor que hemos dado a los demás.
El conjunto me parece raro. Hay cosas muy arbitrarias. Puedo aceptar extravagancias visuales, montaje caprichoso, entiendo la libertad expresiva del cine. Cuesta más aceptar la identidad estructural.
Digamos que estoy un poco harto de ver películas que son capítulos de series, que están pensadas para una continuación más que en para un cierre, que el final abierto no es un final abierto para el personaje sino para la taquilla.
La planificación es buenísima. Puntualmente truculenta. La violencia es muy explícita, muy bestia, aunque tampoco hay tantos momentos como cabría esperar. Y mueren pocos humanos.
Sí tiene esa potencia visual de Boyle, que siempre te deja marcas en la memoria, pero cuesta mucho tragar con la trama en sí.

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