Toda
la película se apoya sobre una tradición india: desde la casa
materna hasta la casa del novio, las novias viajan veladas. Eso es lo
que propicia todos los eventos que se suceden. Dos novias veladas,
con idénticos saris, en un tren.
Trenes
abarrotados, cambios de asientos, estaciones abundantes, gentes
subiendo y bajando, barullos… No ven su rostro y ellas no ven bien
a través de la tela. Y si es de noche…
Las
dos chicas verán sus caminos truncados, en lugares inesperados. En
la caótica India de 2001 es difícil encontrar a alguien perdido.
Phool y Pushpa. ¿O es Jaya? Porque si bien Phool es ingenua y
sencilla, Pushpa tiene algún secretillo.
Creo
que debieron sacarle muchísimo más partido a la comedia de enredo.
Tenían material para ello. La película se decanta más por el
costumbrismo. En este sentido me pareció muy bien desarrollada. Nos
ofrecen, a quienes no somos de India, un repertorio de los rituales
maritales: no pronunciar el nombre del esposo, consultas a
astrólogos, las pinturas con henna, amuletos protectores… También
es una exposición de las dificultades de la mujer para desenvolverse
en muchos de los aspectos de la vida.
Tiene
más de melodrama que de comedia pero está realizada con competencia
y con una extensa galería de personajes secundarios con alma propia
y caracteres definidos. Las actrices principales están muy bien en
sus papeles.
Una
historia que pienso que interesará a cualquier occidental que busque
entender un poco más sobre India, amable, sugerente y con una mirada
esperanzada acerca del futuro.
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