Estábamos
en
los 90
y era esa época en la que todas las actrices tenían que salir
desnudas al menos una vez. Hoy esta película no se haría así. Por
lo de los desnudos y por el guion. Era un guion muy decente de los
90. Eso quiere decir que era inferior a los de los 80 pero muy
superior a los de ahora.
La
peli acaparaba
una plaga de
viejas glorias, glorias maduritas y futuras glorias. Paul
Newman,
Susan
Sarandon,
Gene
Hackman,
Reese
Whiterspoon,
Stockard
Channing,
Giancarlo
Esposito,
Liev
Schreiber,
Margo
Martindale,
John
Spencer…
Paul
Newman era Henry Ross, que empezó siendo policía, luego
detective privado y finalmente borracho. Su amigo Jack Ames (Hackman)
le pide que retome lo de detective para hacerle un favor.
La
cosa es que Ross no da una. Cegado por el alcohol, la amistad, el
amor, no acierta con la verdad. Asistimos a sus deducciones falsas.
Eso está bien porque nunca sucede lo que esperas. Está ahí,
esperando con la pistola a que llegue ese tipo… y no es él quien
llega. Hasta que al final -cuando descarta lo erróneo- sólo queda
una posibilidad. En el proceso ha dinamitado toda su vida,
relaciones, amistades…
Sólo
tenía que entregar un sobre pero quiso saber todo lo demás: qué
contenía, por qué, desde cuándo, quién…
Robert
Benton siempre fue mucho mejor guionista que director. Aquí no
cabe reprocharle nada acerca de lo primero pero debió dejar en manos
de otro lo segundo. Un buen director le habría sacado todo su jugo a
la escritura.
-Odio
hacer solitarios. Me hago trampas.
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