12/11/24

Escape

El 31 de octubre de 2024, Rodrigo Cortés escribía en su Verbolario esta definición:
-Encarcelar, v, tr. Liberar a alguien de la maldición de elegir.
Eso explica toda la película, creo yo.
La historia de un tipo que quiere ir a la cárcel. Paga sus impuestos, así que tiene derecho. La historia de un hombre en barrena depresiva tras la muerte de su esposa embarazada que quiere que el mundo sea cabal, justo, con sentido. Y, claro, no tiene suerte.
A Cortés le pasa algo con el nominalismo. Que si tiene importancia cómo se llaman las cosas, que si importa cómo se pronuncia Händel… Pero también con el existencialismo: creer o no en Dios, animarse o no a matarse. Y con lo kafkiano, sobre todo muy kafkiano, por supuesto, con ese entender la vida como un absurdo. Échale también otro poco de nihilismo.
Y con los siete enanitos. Porque hay que verla como un cuento en el que pasan cosas que solo ocurren en los cuentos (ese túnel de la cárcel es pasarse, ¿no?).
Anna Castillo. Más paciencia que una santa. Ha trascendido a un nivel de indiferencia ante las imbecilidades que ya me gustaría tenerlo a mí. La mejor. Y la más divertida.
La primera hora me gustó mucho. Una comedia loca con un ritmo impecable. Una vez que entramos en la cárcel me parece aburridísima. Me encuentro cómodo con el absurdo inicial pero no me dicen nada las historias de los presos ni entiendo a qué vienen los derroteros de la trama. Interés nulo.
¿Lo entendemos como eso que sucede cuando renunciamos a la libertad para que el Estado decida por nosotros? Tal vez. Si es así, ahí estamos todos. O casi.
Es la peli que menos me ha gustado de Rodrigo Cortés. Quiero decir: se le ha ido la pinza más de lo recomendable. Lo dicho: la parte kafkiana muy disfrutable. El drama carcelario es un tostón con destellos visuales interesantes.
Y estoico. Al final nos gustaría ser estoicos. Pero tampoco es eso.

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