Estuve
a punto de dejarlo en los primeros minutos. El rollo feminista
cliché, escrito con trazo grueso, sin sutilidad. Las mismas pautas
de siempre, conflictos previsibles con desarrollos previsibles.
Y
entonces llegó el entrenamiento, el capitán tan rebelde como todas
ellas, el tipo que las trata como a iguales, sin condescendencia. Y
también la forma: montaje, ritmo, música, pantalla partida, planos
muy diferentes, cambios de formato… Me dije: espera a ver.
Así
es toda la serie, oscilando entre la telenovela y los momentos
brillantes. La parte de mensaje feminista explícito es un horror
pero la parte práctica, la investigación, el desarrollo de la trama
está bien.
Es
un continuo debatirse entre una apartado técnico muy logrado y un
guion que es malísimo, en ocasiones para imbéciles. Digo: si
juzgáramos por la serie, el nivel de estupidez de la policía en
México debe ser el más elevado del mundo. Corrupción aparte.
El
Encuerador es un asesino en serie que está matando mujeres. La fama
de la policía está por los suelos, con un prestigio casi nulo. Así
que se anuncia la creación de un cuerpo femenino de policías. Ellas
creen que va en serio, para los políticos es una mera campaña
publicitaria.
Seguimos
a 4 de las agentes, las únicas que están tratadas en el guion con
un mínimo de personalidad. A lo largo de la serie tratarán de dejar
de ser adornos para investigar por su cuenta el caso del Encuerador,
que les está vedado.
Pues
nada. Un camino arduo de recorrer, con una escritura mamarracha y
áreas de descanso con un precioso plano cenital, un elegantísimo
travelling o en encuadre sorprendente.
Casi
al final: lo del chicle. Se necesitaban más cosas de ese estilo.
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