-Diana
Taverner.
Qué
travelling
tan sobrio y tan bonito para abrir el capítulo final. Aunque, la
verdad, me parece un capítulo excelente en su integridad: aclaración
de la trama, dos acciones principales con montaje en paralelo,
algunas otras que aparecen aquí y allá para ofrecer respiro, buena
sincronía (esto debería ser de cajón pero vistas las últimas
paridas de Disney y
Amazon…)
y un montaje eficaz.
Lo
digo porque quizá algunas cosillas de los capítulos anteriores
tendían a cierta circularidad. Pero está todo muy bien trenzado.
Una vez más vemos a esos despojos humanos que se pasean por la
Ciénaga dándolo todo en el momento decisivo para sacar de apuros a
los prepotentes de la primera división del MI5.
Fue
una temporada muy… familiar. En el sentido de que gira alrededor de
la familia Cartwright. El pasado confuso por el Alzheimer
del abuelo David y el pasado confuso del nieto River porque era sólo
un niño.
Ambas
historias se entrelazan para explicar por qué ahora hubo un atentado
terrorista y por qué es posible que haya más.
Bien.
Sigue siendo una serie muy disfrutable, realizada con esmero y
contundencia. No ha perdido nada de su fuerza, no se agota. Los
libros, mira tú, sí dejé de leerlos por resultar cansinos en
ciertas cosas.
Sigo
convencido de que Gary
Oldman
no se ducha desde que empezó la serie hace 4 años. Ese nivel de
mugre no lo consigues sólo con maquillaje y vestuario, ¿no? Que es
que huele desde aquí.
Ese
tipo con capucha que se mueve como un fantasma en la Ciénaga. Tiene
algo de espeluznante y otro poco de cómico.
Un
detalle estremecedor de guion: casa de un hombre, un montón de
dinero. Lamb lo deja para llevarse una botella de whisky. Esa
botella, volverá a aparecer para un uso no previsto. Ya vacía eso
sí. Pero
hay una extraordinaria atención a pequeños detalles: heridas que se
mantienen en el tiempo, esposas que se quedan en la muñeca hasta el
final a
modo de pulsera…
Muy
bien. Ahí hay gente que sabe lo que es escribir y estar en lo
minúsculo. Y una buena script.
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