El
padre se muere. Ya está con cuidados paliativos. Las tres hermanas
se reúnen en sus últimos días.
Sólo
por las interpretaciones ya merece la pena. Carrie
Coon
(Katie), Natasha
Lyonne
(Rachel) y Elizabeth
Olsen
(Christina). Tres hermanas tan distintas como lo son cualquier trío
de hermanas. Con conexiones, con diferencias, con pasado compartido,
con presente desconocido.
Pero
no sólo son buenas las interpretaciones. Hay muchos detalles muy
bien planteados. Nada más empezar la peli vemos a Katie al mando
pero pronto nos damos cuenta de que ha sido la hermana fumeta y
jugadora la que ha estado cuidando al padre. Otros detalles, más
técnicos, también son sugerentes como esos cortes abruptos a las
conversaciones telefónicas. Ese montaje resta teatralidad, aporta
cualidades fílmicas y proporciona cierto suspense porque no sabemos
de qué o con quién habla.
Hay
gritos e indirectas. Hay momentos en que toca sentarse y hablar.
Siempre hay información interesante. El deseo
de tener un padre
está mostrado con una fuerza sorprendente a través de Rachel, pero
también el del sufrimiento silencioso de Christina. O cómo hablar
de la muerte y por qué se equivocan libros y películas al
tratar del tema.
Pero
es en los últimos minutos, a través de un truco sin lógica, a
través del instante del tránsito,
cuando llega la verdad sobre las hermanas, cuando vemos como el otro.
Buena.
Tiene algo que contar y lo hace sin sentimentalismos.
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