¿Sabes
esas películas que tienen coincidencias rocambolescas y que vuelven
la trama inverosímil? Pues cuando juntas muchas coincidencias, pero
muchas, muchas, muchísimas, entonces la película se convierte en
algo divertidísimo.
A
mí me encantó Fallet,
así que cuando vi que teníamos disponible algo más del director
(Jon
Holmberg),
me lancé a por ello. Y no defrauda. Porque las coincidencias no
están ahí para desatascar la historia. Las coincidencias son un
ejercicio de guion elaboradísimo que concatena tramas y personajes a
un nivel imponente. Un puzle que se traduce en puro disfrute para el
espectador.
El
ritmo es apabullante. No dejan de pasar cosas.
Qué
personajes tan bien dibujados. Presos y polis. Los presos que se
hacen la puñeta entre sí (ese acusica de la alarma de incendios) y
los polis que hacen lo propio (ocultando información para que el
pelota no se lleve el mérito). Pero es que también es ingeniosa en
las peleas y persecuciones sin ser una fantasmada.
Juega
muy bien las bazas. Cuando estás de subidón y las cosas van bien
ocurre algo que te hace retroceder. El embrollo se reinicia y
volvemos a por más… problemas...
Al
igual que en Fallet,
cuando tiene que entrar a aspectos crudos, no se corta. La
verosimilitud de la trama criminal es lo que cohesiona y hace posible
todo el humor de las situaciones de alrededor.
Creo
que no veía un cóctel de crimen y comedia tan peculiar desde Tiempo
de valientes.
Una locura maravillosa.
Si
es que los suecos, cuando se ponen, tienen mucha gracia.
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