18/11/23

El viejo roble

-Mis hijos nunca verán el templo de Tadmor. Palmira. Construido por los romanos y destruido por el Estado Islámico.
De verdad que Ken Loach es un pesado con lo del cierre de las minas. La película se ambienta en 2016, un año después de que se cerrara la última pero es como si hubieran cerrado todas, de golpe, la semana pasada. Y es un victimismo de 40 años que resulta cargante. Si la gente de ese barrio tiene una vida chunga es que el problema es otro.
Y, siendo una vida justita, llegan unos inmigrantes sirios que no son muy bien recibidos. En el pub El viejo roble comienza a articularse la vida de los locales y de los recién llegados: fricciones, choques, resentimiento y, quién sabe, tal vez una base de entendimiento. El dueño del pub es TJ y la chica siria con su cámara de fotos es Yara. Ellos inician un pequeño cambio.
Ken Loach se pone sentimental a ratos. No es frecuente en él. Pero esa idea de hacer un comedor conjunto, de arreglar la cocina, de habilitar la sala cerrada desde hace 20 años, unir las habilidades, te va preparando para algo que sólo puede salir bien. Es un poquito simplista e idealista y trasnochada la idea de que los proletarios unidos…
Es rara una película tan positiva en el director. Tan positiva como La parte de los ángeles. Tiene casi un hálito de cuento.  Casi. Porque el drama siempre llega. Paul Laverty vuelve a estar en el guión.
Se trata, ante todo, de una película sobre la esperanza. Sobre lo mucho que duele tener esperanza, incertidumbre, dudas… Y duele más cuando se trunca. Y nuevas esperanzas llegan.
Me sobra la escena final, en serio.

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