27/11/23

Doctor Who: La bestia estelar. 14x01

-No, no, no. Porque pasará algo y acabarás en Marte con Chaucer y un tiburón robot.
¿Ves, Chibnall? No era tan difícil. También Russell T. Davies tiene sus manías woke y las colará siempre que pueda. Pero no se pone plasta. O eso espero.
No era tan difícil: aventura, humor, acción, intriga…
Ritmo.
Una cosa tan simple como ese momento en que el Doctor ayuda a una mujer con unas cajas y descubre que tras las cajas está… ella. Eso no se le habría ocurrido a Chibnall jamás. Es un detalle minúsculo, nimio, pero son esos detalles los que demuestran que hay una escritura de guión. O el jaleo que se monta en casa de Donna, con los personajes reaccionando del modo adecuado. A algunos no los conocemos de antes pero quedan más dibujados en tres escenas que los tres companions que tuvimos en las tres temporadas anteriores.
Y además hay un Meep que es carne de juguete de Reyes como lo fue Baby Yoda. Aunque, claro, nadie ve Doctor Who. Pero sí, tan encantador, tan gremlin, tan peludo y sabemos que hay gato encerrado porque estamos viendo Doctor Who (sin que lo dirija Chibnall). Y están los wrarth. Más feos, pero también con sorpresa. Y los soldados del sol psicodélico que al principio no sabes que pintan ahí, que crees que son agujeros de guión (la costumbre de lidiar con cierto director ya nombrado) pero que tienen su razón de ser.
Pero sobre todo está ese mundo absurdo que oculta una lógica interna y que coincide con eso que llamamos humanidad. Porque somos racionales a ratos y otros ratos (más de los que quisiéramos) no. Y eso es todo lo que viene a recordarnos Doctor Who. Que seamos un poco más niños, menos complicados. Qué delicia recuperar esos deliciosos diálogos sin sentido.
No es un capítulo grandioso, tal vez esperaba algo más para el 60 aniversario, pero es un alivio enorme comprobar que el Doctor vuelve a su cauce y que tiene potencial. Que no es el regalo perfecto pero sigue siendo un buen regalo.
Se acabó la tortura. Eso espero, sí. Eso espero.

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