7/10/23

Ashkal, los crímenes de Túnez

Lo primero que pensé es que si una película tunecina llega a las pantallas españolas algo bueno tiene que tener. Lo segundo es que una trama policiaca es un buen modo de introducirme en una cinematografía que desconozco.
Lo digo ya: para cinéfilos.
Youssef Chebbi bebe, creo yo, de Michael Haneke.
El inspector Batal y la inspectora Fatma investigan un cadáver carbonizado. Pero poco a poco eso de prenderse fuego parece casi una epidemia, hasta el punto que empiezan a pensar en algo sobrenatural, en brujería.
Planos casi abstractos, construcciones derruidas o inacabadas, paisajes desolados, un retrato de Túnez casi post-apocalíptico. Una labor de fotografía imponente con encuadres inquietantes, ángulos de hormigón, estilo casi expresionista en ocasiones. La ciudad, la arquitectura, es el espejo de un país. Esos Jardines de Cartago son una metáfora de las esperanzas truncadas de toda una sociedad.
Como telón de fondo está la caída del antiguo Régimen y la llegada de la Revolución, la Primavera Árabe, en la que nuevos tiranos ricos sustituyeron a otros. Una Comisión investiga los crímenes que Estado y policía cometieron. Eso afecta a ambos inspectores de modos diferentes.
No es una película policiaca. No es fantaterror. Es la película de un director que sabe lo que es Cine con mayúscula, que entiende la importancia de los símbolos.  El fuego: fuego como inmolación, fuego como castigo, fuego purificador. Culpa, conciencia, desesperación…
La banda sonora son notas graves disonantes que colaboran a esa atmósfera de tristeza.
El asesino va a la mezquita a rezar. ¿Asesino? ¿Ángel justiciero? ¿La misma muerte? Qué plano (travelling a ras de suelo mientras están inclinados en oración) tan elegante para presentárnoslo. Para intuirlo.
En una sociedad corrupta e injusta algo tiene que pasar, todo el mundo debe tener su castigo.
No es para el gran público, más que nada por ese final tan así que a la mayoría no gustará, pero es una película con mucho cine.

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