-Las
leyes son como las salchichas. Si sabes cómo se hacen, te estropean el
desayuno.
Última
temporada. Siete capítulos. Me ha parecido superior a las anteriores. Quizá porque los elementos dispersos se unen,
quizá porque, habiendo leído los libros, anticipaba los encuentros y
situaciones, quizá porque no me defraudaron en la adaptación.
Una
estética muy cuidada a lo que se quiere contar, una trama compleja que tiene un
inicio sencillo, conflictos presentados con aire infantil pero que no
escamotean la realidad del mal, del egoísmo, de los enfrentamientos que
provocamos. Además tiene algunos momentos con unas ideas visuales realmente
magníficas. Un guión que jamás te da lo que esperas, siempre inesperado, con
giros sorprendentes.
Aquí
confluye todo. Regresan los personajes de temporadas anteriores y se añaden
cosas nuevas: el misterio del azucarero, la despreciable niña Carmelita totalmente
desatada, los platos de bacalao con chicle, el Micelio Medusoide, el Hotel Desenlace,
las scouts de juramento absurdo… Y, por
supuesto, el trillizo Quagmire que nos faltaba y Kit Snicket, la hermana de
Lemony. Y Morena Baccarin haciendo de Beatrice.
Y
la isla con un Ismael y una Viernes.
Y
las cosas que nunca veremos, como las piratas finlandesas.
Muy
bien el final, cerrando con la nueva Beatrice.
Pero
si tengo que elegir una escena, comprenderás que escoja el instante en que
Sunny Baudelaire pronuncia el nombre que es la palabra por la que comienza este
blog:
-¡Rosebud!
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