Hay
muchas cosas interesantes en este cierre de la trilogía de Shyamalan (El protegido, Múltiple, Cristal). Es una perspectiva de los superhéroes muy diferente a
lo que estamos acostumbrados.
Esa
peculiar mirada aporta el resto de contenidos: personajes complejos, una ética
ambigua, un final que descoloca… Además, para los amantes de los cómics, se
irán desvelando elementos que enriquecen la trama.
Bruce Willis,
Samuel L. Jackson, James McAvoy, Sarah Paulson, Anya Taylor-Joy… Un reparto perfecto que
coopera con esos encuadres de Shyamalan tan contundentes, tan potentes
visualmente. Hay muchísimos planos subjetivos que son una delicia.
Pero…
Sí. Hay una pega bastante importante. No sé si es algo deliberado o un defecto:
se elude el drama excesivo. Shyamalan no deja que nos identifiquemos
demasiado con los personajes. Tal vez por ese final tan imprevisto, tal vez por
esa ambigüedad moral citada. Lo cierto es que quedamos en la distancia, sin
implicarnos en la tragedia de los personajes.
De
todos modos se atreve a hacer cosas que ni Marvel ni Dc se atreven a imaginar.
Esa secuencia en el aparcamiento del psiquiátrico, con esa planificación, con
esa banda sonora, es la primera sorpresa cinematográfica del año.
Shyamalan ha cerrado un arco.
Ahora puede seguir o no por otros derroteros, con otros personajes, con otras
tramas. Creo que pudo ser mejor, que pudo sacudirnos con muchísima fuerza,
dejarnos acongojados. Es una pena que no lo hiciera. Y, aun así, ha puesto las
bases para una mitología muy sugerente.
El
título, inicialmente, no me pareció acertado. Samuel L. Jackson tarda
mucho en aparecer y mucho más en hablar. Pero al final descubres que es el
título correcto. Él es la mente maestra, el verdadero eje casi invisible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario