Esta
temporada ha bajado el nivel. Sin embargo sigue sorprendiéndome, en muchos
momentos, lo que ya señalé en la temporada anterior: su capacidad para no
estancarse, para quemar material, para renovarse incesantemente. Eso que
deberían hacer las series en general y las de superhéroes muy en particular. No
tienen miedo a agotarse creativamente.
Supongo
que lo que a todos los espectadores nos gustaba era esa dinámica entre los
personajes en El Buen Lugar. Su viaje de retorno a la Tierra le hizo perder
algo de su toque, pero fueron muy hábiles al conservar el componente fantasioso
y las clases de ética.
Hacen
bien, pues, en el giro final de los dos últimos capítulos, sentando bases para
una última temporada. He ahí otra prueba de que no se reservan nada.
Se
podría profundizar un poco en los aspectos éticos acerca de la moralidad de los
personajes, de ese interés por ser buenos, por las buenas obras. Michael
Schur (The Office, Parks and Recreation) dijo en una
entrevista que no pretende hablar tanto de salvación religiosa como de comportamiento
ético. Pero durante toda la serie me ha sorprendido (y extrañado) que, viniendo
de la mano de alguien que proviene de la cultura evangélica, no se tenga en
cuenta el concepto de gracia y se insista en las buenas obras.
También
es interesante, en esta última temporada, su idea de la complejidad del mundo
moderno y la inevitabilidad del mal a través de las consecuencias.
Y
sigue siendo bastante entretenida.
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