Dos
chicas muy distintas, Fujino y Kyomoto, conectan en su obsesión por
dibujar mangas. Quieren convertirse en mangakas y emplean todo su
esfuerzo en ello.
La
animación es fabulosa. Hay un estilo común de la historia
principal, pero hay otros muchos estilos: paródico para la
imaginación, paisajes realistas, caricaturas, en blanco y negro,
borradores, aire de storyboards…
O escenas que comienzan en un estilo geométrico y varian hacia el
realismo durante un travelling.
Es
una historia sobre dibujantes de cómics pero podría referirse a
cualquier profesión. Es la diferencia entre ser uno más y ser el
número uno, es lo que separa a lo bueno de la genialidad. Pero es
también la línea entre el trabajo arduo y la obsesión.
Se
paga un precio. La amistad de ambas chicas, esa dependencia mutua que
establecen, se rompe. De hecho, debe romperse para poder respirar,
demostrar cada una lo que pueden hacer por sí mismas. Y luego la
vida dirá.
Dura
una hora, tiene su drama triste,
su parte amable, tiene mucha verdad acerca de la realidad de vivir.
No necesita convertirse en un largometraje para contar, con fuerza,
todo lo que quiere contar.
Es
maravilloso ese relato de lo que es, lo que no fue, lo que pudo ser.
Es maravilloso y dolorosamente melancólico.
Hay
un plano precioso, imponente, puro arte, en que vemos las dos cabezas
juntas de las chicas mientras leen el cómic en el que las han
editado por primera vez. Para enmarcar.
Buenísima.
Muy lograda. Una de esas razones por las que uno sigue viendo cine.