12/8/25

Limbo

Lo primero que sabemos del protagonista es que es heroinómano. Lo segundo que es poli. Investiga la desaparición de Charlotte hace 20 años, una joven aborigen australiana.
Travis escucha un podcast bíblico sobre la historia de José del Antiguo Testamento, hace preguntas al hermano de Charlotte, la hermana, diversos sospechosos de hace años, recorre en coche el desierto horadado inútilmente en busca de ópalos.
El coche, convertido casi en un confesionario: en el asiento del copiloto se sentará casi todo el mundo a enfrentarse con la verdad.
Limbo, el desierto, texturas rugosas. La gente vive en cuevas, estructuras excavadas en la roca. El motel tiene cubículos en las rocas, la iglesia católica está incrustada en una roca.
Polvo. Tristeza. Gente estancada. Nadie quiere estar allí pero nadie puede salir de allí. Un mundo de desesperación, agravado por la familia que perdió a una hija y hermana.
La fotografía en blanco y negro es espectacular. Sostiene la película de principio a fin. El director refuerza los sentimientos con la desolación de la imagen, planos abiertos que ridiculizan la dimensión de los hombres, que ratifican la insignificancia humana, la impotencia ante la naturaleza. Nada sale bien. Ni siquiera se acierta a disparar a una lata.
Es una película sobria, áspera. Deja un fragmento de esperanza para esa familia. Tal vez una herramienta rota era lo que se necesitaba para reparar un objeto roto. De Ivan Sen ya había visto la serie Mystery Road. La película es superior. La trama policiaca es un mero recurso para mostrarnos el drama de las familias aborígenes, las dificultades de sociedades aisladas, el daño que hace la carencia de un horizonte vital digno.
Visualmente una delicia. No es para grandes públicos pero tampoco aburre. Aunque tampoco alegra.

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