Digamos
que el k-pop y la música actual no es lo que más me interesa en el
mundo. La mitología sí me interesa un poco más, pero simplificada
del modo en que lo hacen en la peli no me atrae.
A
lo que voy es que la película no me dice mucho… como película. Me
dice mucho como fenómeno cultural.
Tras
ver las dos partes de Ne Zha
y Las
guerreras k-pop
hay una cosa que queda clara: la filosofía Disney está muerta,
acabada, enterrada. Han llegado nuevas generaciones que podrán
apreciar el pasado -como hacemos todos- pero que necesitan que, de
una vez por todas,
las novedades sean nuevas. Probablemente no resultarán atractivas
para mí (o sí, vete
tú a saber)
pero son imprescindibles. No puedes seguir haciendo la misma princesa
Disney de hace un siglo porque ya se
hizo.
Tiene el valor de su momento histórico y
de actualización al presente. Pero no significa que deba ser
clonada.
Ya
está bien.
Ne
Zha
y Las
guerreras k-pop
tienen muchas similitudes. Los protagonistas son
demonios. Luchan
por el bien pero llevan dentro de sí el mal. Somos demonios que
luchan contra demonios. Eso es un tema ancestral, universal, que la
cultura oriental ha sabido reformular. Frente a las chicas
empoderadas, perfectas y caprichosas de Disney triunfan las personas
con defectos. ¿Quién quiere a Doña Perfecta Petarda?
Las
guerreras k-pop muestra a la protagonista como un espejo en
el que miramos nuestras debilidades, cicatrices y miedos.
Radicalmente insuperables. Pero la amistad, la confianza en otros, la
sinceridad, mostrarnos como somos, es lo que convierte lo insuperable
en una frontera fácil de batir. Y de un modo divertido.
Técnicamente
apabullante. Porque la técnica ya no es un límite. Pero hay ingenio
en la forma de caricaturizar y jugar con las formas. El guion es
sencillo pero eficaz y la música, aun mecánica, suena a años luz
de las melodías dulzonas de Disney.
-Huntrix:
esto se hace así.
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