El
título español, como tantas veces, es
apático. No significa casi nada.
El original francés, Un
oso en el Jura,
sí tiene sentido. Es un oso el que provoca que tres acciones acaben
conectadas de modo inesperado.
Me
pareció un comienzo muy a lo Nicholas
Ray.
No sé si de modo intencionado. Lo que sí es intencionado es su aire
a lo Fargo.
Son muy distintas, advierto. El humor francés (demasiado
francés)
toma derroteros muy distintos a los de Fargo.
Pero la atmósfera está ahí: un dinero abandonado, nieve, gente de
pueblo, muertes muy sangrientas, comedia…
Resumiendo:
un matrimonio de madereros se topa con dinero de la droga. Mucho.
Tiene
un nivel de producción por encima de lo que esperas en una peli así.
La
historia se fundamenta en un hecho: poner nervioso al espectador por
la torpeza del matrimonio protagonista. Unos cadáveres en la
camioneta, un dinero en una bolsa de deporte, una pistola en un bolso
de mano… Tres cosas con las que hay que tener cuidado y que apenas
saben ocultar.
Hay
un bache notable hacia la mitad. La maldición del cine francés es
apelar a su liberalismo sexual burgués cuando no saben qué hacer.
Como si tuvieran que demostrarlo en cada película. Tras el pasador
de pelo de la hija del gendarme la película se desenvuelve con
pereza hasta que remonta con la llegada de un tipo desconocido. Le
sobran como 20 minutos. Dejarlo en 90 minutos le habría venido de
perlas.
Reconozco
que me he reído, que tiene sus puntos graciosos y partes ingeniosas.
Pero me planteo cómo algo tan milimetrado y preciso en sus inicios
llega a ser tan aleatorio y un poquito decepcionante al final.
Bien,
pero no redondean.
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