Me
he quejado con frecuencia de muchos directores que imitaban la
apariencia de las películas de Tarantino
sin tener ni pajolera idea de lo que hacían, sin capturar la
esencia. Pues bien: aquí hay un director que sabe lo que se hace.
Personajes
bien escritos, definidos con claridad de modo rápido, cuidado en los
pequeños detalles, guion milimetrado, manejo preciso de la tensión…
Y un retrato de la naturaleza humana muy… perturbador.
Muy
buena película.
Un
vendedor ambulante llega a una gasolinera en mitad del
desierto. Los surtidores están vacíos, así que espera en el
restaurante de al lado a que llegue el camión cisterna. Lo que viene
después tienes que verlo tú mismo.
La
película no se detiene. Cada cierto tiempo aparece algún giro nuevo
que la proyecta en direcciones inesperadas. Sobre todo cuando, a la
hora, parece que ya está todo listo para terminar. Y no. Aún le
queda cuerda porque la gente es egoísta y busca lo fácil.
Francis
Galluppi
escribe, dirige y monta. Es
capaz de sacudir con momentos sobrios,
tiene su propio estilo y
sabe perfectamente cuáles son los
resortes para mantener la atención del espectador.
Está
claro que también ha visto mucho cine negro clásico.
Una
tragedia para una opera
prima.
Sólida, segura de sí misma, sin preocuparse de complacer.
90
minutos justos en los que no sobra ni falta nada.
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