Viggo
Mortensen
escribe, dirige e interpreta este western,
tan atípico (cosa buena) como decepcionante (obviamente cosa mala)
porque cuando te metes a hacer algo tan intimista, dramático, tienes
que contar algo nuevo o impactante o intenso.
El
primer y gran error es empezar por el final. Antes de conocer a los
personajes, antes de poder emocionarnos y sufrir con ellos, nos
cuenta su final. De forma desapasionada. Ninguna emoción. Luego,
como ya sabemos su final, nada de lo que ocurre nos importa mucho.
El
segundo error es el montaje. Por un lado están las secuencias de
Olsen con el niño. Parecen intercaladas al azar, de modo totalmente
arbitrario. Estás en una escena importante y, de repente, durante
unos segundos, saltamos a Olsen y niño para luego regresar. No
aporta nada. Por otra parte está el caballero medieval, la
inspiración en Santa Juana de Arco de Vivienne. Sus apariciones
siempre suenan bruscas, forzadas. No digamos la apertura de la
película: un western
que comienza con una fantasía medieval.
La
primera hora es lo más interesante: cómo Olsen y Vivienne se
conocen y se enamoran. Una historieta simpática, un romance bonito…
Está bien llevado y, aún así, hay que aceptar algunas cosas un
poco raras.
En
fin, que Mortensen
ha hecho una película bonita, decentemente rodada, pero no deja
huella en los sentimientos del espectador.
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