-Pues
que antes de Irene Montero, del #MeToo, de todo este rollo, se metía
morro. Que era mutuo, beso. Que no, cobra. Sencillo, directo. Pero
ahora uno no sabe dónde acudir ni a qué atenerse.
Hay
chistes de todos los colores y, por tanto, para todos los gustos. A
veces hacen gracia, a veces no. Cuando dan con el tuyo, aciertan de
lleno. No es la gran comedia pero hay que admitir una cosa: los
responsables tienen tanta experiencia que el ritmo es perfecto. Y eso
que parece fácil, que parece que les sale solo, es lo más difícil
de la comedia.
El
día a día en una funeraria justo tras la muerte del dueño.
Los
personajes están bien dibujados en su mayoría. Cada uno tiene sus
tics y sus manías que, al entrar en colisión con los tics y manías
de los otros, dan resultados frecuentemente
ingeniosos.
El
que menos me gusta es Chemi. A Diego
Martín
le toca un personaje demasiado imbécil. Entiendo que los guionistas
han querido explotar un estereotipo que realmente existe, pero está
excesivamente exagerado.
Todos
los demás personajes me gustan. Están muy equilibrados en
protagonismo y conexiones. Laia se queda un poco más corta que los
demás. Definitivamente el reparto está muy conseguido, las
dinámicas entre ellos funcionan y eso es clave para que las tramas
de largo recorrido y las
más
cortas
funcionen a la velocidad adecuada.
También
entrelazan bien los chistes verbales con los visuales y la comedia de
situación: los
necropasatiempos, los
trajes de colorines, el día del Team Building…
Bien.
Mejor de lo que me esperaba. Por
otra parte me parece que hay un intento de hacer una serie muy
familiar y eso no lo logra. Se les va la mano en algunos temas.
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