Denis
Villeneuve
se ha ganado cierta reputación autoral. Por la temática y fondo de sus primeras
películas, por su estilo depurado, porque lo buscaba. Los que aceptaron esa
autoría puede que ahora se sientan defraudados porque Dune no quiere ser 2001:
Una odisea del espacio sino la nueva Star Wars.
Y eso no es malo, creo yo. Simplemente hay que saber a qué se enfrenta uno. Dune es cine comercial, cine espectacular, arrollador, con grandes escenarios, paisajes, vestuarios, escenografías, batallas, naves espaciales, escenas de acción, cine caro, carísimo. Y gusanos de arena, claro.
Es una space opera de las de antes (conceptualmente) con la tecnología de ahora (estilísticamente), es el John Carter que a Disney no le salió y es, desde luego, el Dune frustrado de De Laurentis/Lynch. Claro que, si a las ocho horas de Lynch les hubieran dado la oportunidad de la trilogía, probablemente ahora no estaríamos hablando de esta película. Esto es importante porque este Dune termina de un modo poco consistente como película cerrada en sí. Está pensada para más y no está claro que vaya a haberlo. Y, si no hay continuación, pasará al olvido con toda su megalomanía épica/mítica/mesiánica.
Villeneuve es impactante, sobre todo a nivel visual, busca lo grandioso y coloca la cámara para que parezca más grande todavía. Al igual que en Blade Runner 2049 tiene problemas de ritmo. La desmesura le hace arrítmico en ocasiones porque, atención, sí quiere conservar la vitola de autor, y se pone lento y contemplativo (sin necesidad) cada poco, como muy trascendental. Es decir, un poco pedante. La música de Hans Zimmer ayuda mucho.
Timothée
Chalamet
me parece un error de casting (bueno, me lo ha parecido en todas las películas
que ha hecho). Y eso es un problema porque es casi el único personaje con
fondo. Hay poca profundidad en el resto de personajes. Y sí, sale Bardem,
pero como salen Stellan Skarsgard o Josh Brolin: caras famosas
para, precisamente, no tener que darles personalidad.
Bien.
Entretenida, ruidosa, vistosa, elegante. A ratos llamativa. Para ver en
pantalla grande. Pero te decepcionará si vas buscando algo más. Está en el polo
opuesto de La llegada.
Y eso no es malo, creo yo. Simplemente hay que saber a qué se enfrenta uno. Dune es cine comercial, cine espectacular, arrollador, con grandes escenarios, paisajes, vestuarios, escenografías, batallas, naves espaciales, escenas de acción, cine caro, carísimo. Y gusanos de arena, claro.
Es una space opera de las de antes (conceptualmente) con la tecnología de ahora (estilísticamente), es el John Carter que a Disney no le salió y es, desde luego, el Dune frustrado de De Laurentis/Lynch. Claro que, si a las ocho horas de Lynch les hubieran dado la oportunidad de la trilogía, probablemente ahora no estaríamos hablando de esta película. Esto es importante porque este Dune termina de un modo poco consistente como película cerrada en sí. Está pensada para más y no está claro que vaya a haberlo. Y, si no hay continuación, pasará al olvido con toda su megalomanía épica/mítica/mesiánica.
Villeneuve es impactante, sobre todo a nivel visual, busca lo grandioso y coloca la cámara para que parezca más grande todavía. Al igual que en Blade Runner 2049 tiene problemas de ritmo. La desmesura le hace arrítmico en ocasiones porque, atención, sí quiere conservar la vitola de autor, y se pone lento y contemplativo (sin necesidad) cada poco, como muy trascendental. Es decir, un poco pedante. La música de Hans Zimmer ayuda mucho.
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