Edna
tiene 80 años y un día desaparece de su caserón rural australiano. Su hija y su
nieta se acercan hasta el lugar. Y un día, a la hora del desayuno, está de
vuelta.
Emily Mortimer, Robyn Nevin y Bella Heathcote. Hay algunos intérpretes más, pero son ellas tres las que aguantan en esencia todo el metraje.
Está
un poco en la línea de La visita,
Babadook y Hereditary. El peso de la
historia es, ante todo, un drama familiar sobre el que se superpone una trama
de terror.
Emily Mortimer, Robyn Nevin y Bella Heathcote. Hay algunos intérpretes más, pero son ellas tres las que aguantan en esencia todo el metraje.
La
primera hora nos presenta a las tres mujeres que se enfrentan a lo que parece
ser el Alzheimer. Hay momentos inquietantes pero explicables desde un punto de
vista racional. Así que, cuando llega la media hora final, sólo estás
tenuemente preparado para la atmósfera inquietante, opresiva y angustiosa que
la directora te ha organizado. Un festival asfixiante y perturbador.
Este tramo es muy simbólico. Creo que se puede hacer una lectura directa con el Alzheimer. Las imágenes son la expresión física, visual, terrorífica de cómo debe sentirse alguien en esa situación. Los laberintos de la memoria, el estrechamiento de horizontes, la desaparición de todo. Pocas pelis de terror logran crear ese pánico. Para mí es un proceso de comprensión, una identificación con el otro, sin el que no es posible dar el espeluznante paso que Kay da a continuación.
Y, así, llegamos al final. Un final que, sospecho, no agradará a la mayoría. Más intuitivo que lógico, más emocional que cerebral. Porque una vez que una persona ha sido despojada de todo, sólo importa una única cosa. Sólo una. Saber si alguien la ama.
Esa escena final me parece una de las cosas más conmovedoras que he visto sin ser sentimental. Todo lo contrario. Un drama fuerte.
Este tramo es muy simbólico. Creo que se puede hacer una lectura directa con el Alzheimer. Las imágenes son la expresión física, visual, terrorífica de cómo debe sentirse alguien en esa situación. Los laberintos de la memoria, el estrechamiento de horizontes, la desaparición de todo. Pocas pelis de terror logran crear ese pánico. Para mí es un proceso de comprensión, una identificación con el otro, sin el que no es posible dar el espeluznante paso que Kay da a continuación.
Y, así, llegamos al final. Un final que, sospecho, no agradará a la mayoría. Más intuitivo que lógico, más emocional que cerebral. Porque una vez que una persona ha sido despojada de todo, sólo importa una única cosa. Sólo una. Saber si alguien la ama.
Esa escena final me parece una de las cosas más conmovedoras que he visto sin ser sentimental. Todo lo contrario. Un drama fuerte.
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