19/10/25

Un simple accidente

-Alá lo quiere.
Esa frase, usada por la madre para justificar el atropello del perro, es la fórmula islámica para esquivar la moral. ¿Naces mujer? Te fastidias, Alá lo quiere. ¿Eres terrorista, torturador, maltratador? No eres responsable. Alá lo quiere.
Tal vez Alá quiso el atropello del perro. Pero también las consecuencias. Porque la furgoneta debe ser reparada y, cuando Eghbal la lleve al taller de Vahid, Vahid creerá -palabra importante- reconocer al hombre que le torturó.
Así que Vahid secuestra a Eghbal, dispuesto a matarle, pero antes quiere estar seguro.
Irán, ese país tan loco, esa anacrónica teocracia insertada en el siglo XXI, esa fábrica de fundamentalistas descerebrados y de rebeldes que, cada uno a su modo, lucha por un poquito más de libertad.
Jafar Panahi mete todo en la coctelera. Personajes variados de la sociedad, el drama, el absurdo… y la comedia. Porque hay mucho de comedia que alivia de una temática que podría volverse muy opresiva. Esa furgoneta que va recogiendo a otras víctimas de torturas para que sirvan de testigos, llega a un punto que me recordó al camarote de los hermanos Marx. Tiene varios momentos de puro surrealismo y no es extraño que citen a Esperando a Godot.
Me parece bien su reflexión más profunda. La cuestión no es si nos vengamos o si hacemos justicia. Me llama la atención lo poco que plantean la idea de justicia porque, desde luego, no la van a obtener por cauces legales. ¿Estaría justificado hacer justicia en ese caso? ¿Y de qué modo? Asumen directamente la idea de venganza. Les mueve el odio a ese hombre. Pero como digo la cuestión es otra: ¿perdonamos?
¿Podemos perdonar todo lo que injustamente sufrimos?
Jafar Panahi ha estado en las cárceles iraníes y sabe de lo que habla. Se mete en el charco consciente de lo que hace.
El cine iraní debería oxigenarse con otros géneros, más allá de la crítica social, pero entiendo que no es fácil y, hoy por hoy, tal vez ni siquiera sea posible.

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