A
estas alturas del siglo XXI con su Me Too y su feminismo me ha
sorprendido la gratuidad de las escenas de sexo. Hay directores que
no podrían filmar esto sin que les cayera encima la cancelación.
Supongo que Shane Black está bien conectado y puede evitar
esas cosas.
Dicho
esto me parece una cinta de acción muy eficaz. La primera escena ya
es in medio res: estamos a medio atraco. Y a partir de ahí es un
frenesí.
Un
atraco con un traidor. Un superviviente que querrá vengarse pero que
se meterá en la boca del lobo, conscientemente, muy claro en sus
intenciones, porque el dinero atrae más que la venganza.
Tras
un primer acto fundamentalmente dramático, bestia y sucio, decide
cambiar a algo más ligero y cómico. Eso me desconcierta mucho. Hay
que cambiar la mente. También descoloca porque a veces tiene toques
de comedia exagerados, con reacciones demasiado ridículas en las que
me digo: yo estaba viendo una peli de otro estilo. Pero otras
veces hay cosas como lo de Bluey o el control de gálibo que sí
tienen su gracia. Pienso que el humor, en los diálogos, le funciona
pocas veces.
Una
historia de atracos con cero glamur. Nada de ladrones de guante
blanco ni de honor ni zarandajas. Todos practican el juego sucio,
rastrero, descarnado.
Hay
que reconocerle al director que rueda escenas de caos con una enorme
imaginación y suficiente habilidad. Qué bueno el hipódromo o el
descarrilamiento del tren.
Y
de fondo la leyenda de la Dama de Arintero. ¿Cómo ha llegado esto a
oídos de Shane Black? Ni idea pero bienvenido sea.
Mark
Wahlberg encabeza una de atracos y acción entretenida que no
supo si era un drama para adultos o una comedia familiar. No eran
necesarios tantos giros ni llegar a las 2 horas.
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