16/10/25

Fraude

-Es bonito, ¿pero es Arte?
Orson Welles aparece como mago y, casi de inmediato, presenta a su cómplice, el camarógrafo, otro tramposo. Luego está Oja Kodar, coguionista e intérprete de la abrigada chica del tren que distrae del juego de manos y minifaldera que distrae en los títulos de crédito. Carnada explícita. Y ahí ya podríamos extendernos ampliamente en los recursos técnicos -más trucos- de Welles. A falta de móviles -que no existían en 1973- intercalaba el monitor de cámara y usaba un montaje rápido. Y no acabaríamos nunca porque la película está plagada de ejemplos de cómo la imagen, la cámara, el montaje, la fotografía, son fraudes, mienten al espectador.
Forma y contenido entrelazados perfectamente. Lo que se cuenta y cómo se cuenta. El arte, la pintura, el cine, la biografía… Mentiras. Fraudes a veces, otras nos dejamos engañar.
Es un documental sobre Elmyr de Hory, el mayor falsificador de pinturas, cuya biografía escribe Clifford Irving, el mayor falsificador de biografías (engañó y ¿se engañó? con la de Howard Hughes). Y esto lo cuenta Welles -mago, trilero, embaucador del cine y de la radio (¿recuerdas ese gran fraude de La guerra de los mundos?)- con un montón de artificio y jugueteos fílmicos.
Que Ciudadano Kane fuese sobre Howard Hughes no es una coincidencia: es que Welles, muy comprensiblemente, lo tenía enfilado.
Como documental es un 10. Nadie ha realizado un documental tan libre, anárquico, tan reflexivo. Porque no cuenta lo que supuestamente se iba a contar de ciertas personas. Se cuenta el fondo: las mentiras que creemos o elegimos creer. Y las mentiras que creen los mentirosos.
Ya en 1973 Orson Welles denunciaba que los “expertos” eran los nuevos fraudes. 50 años después nos siguen timando.
Confieso mi debilidad por ese elogio que Welles hace del anonimato del gótico.

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