Bosch
era una serie acerca de la cantidad de cosas buenas que pueda hacer
un buen poli, un tipo que hace su trabajo. Ballard
trata de la cantidad de cosas malas que pueden hacer los malos polis
por corrupción, prejuicios, dejadez...
Ballard
está menos cuidada que Bosch, tanto en guion como en
ejecución. No sé si será por prisas. Ese entrelazamiento de casos
que en Bosch era vida cotidiana, anarquía controlada,
aquí es un poco forzado. Hay dos casos, por así decir,
procedimentales, el primero aparece como empotrado, el segundo algo
mejor, pero incluso así suena un poco raro.
En
cuanto a la ejecución me sorprendieron algunos errores de
continuidad y un montaje menos claro.
No
quiero decir que sea mala serie. Sólo que no es tan buena como
Bosch. Quizá necesita más temporadas para
desarrollarse. Tampoco Bosch alcanzó su gran nivel a
la primera. Hay que elogiar que el guion sigue presentando una gran
cantidad de personajes y muchos casos diferentes sin hacerse confuso.
Sí
está presente la misma estructura que nos enganchó. Los
protagonistas lo pasan mal: fracasos, pasos atrás, faenas, trampas…
El mundo entero contra ellos. No hay salida, todo se va al garete.
Así que cuando llegan los momentos épicos (Manny, Olivas) parecen
enormes. Oye, cómo los disfrutas. Luego,
en pleno subidón, te dan otro mazazo. Vuelves al barro. Nos
recuperamos lo justo y el final es esperanzador, un poco amargo, no
perfecto.
No.
Espera. Acabamos muy mal. ¿En serio? ¿Nos dejan así para la
siguiente temporada?
Pensé
que los guionistas se estaban ablandando porque
no moría nadie de los buenos.
Pero no. Tardó en llegar pero llegó.
De
momento bien sin tirar cohetes. Tiene que mejorar. Maggie
Q reabre casos con su equipo de colaboradores aficionados.
A Bosch
le vemos en tres capítulos.
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