Matabot
es un robot que adquiere conciencia propia. Sabiendo lo que sabe de
los humanos decide hacerse el tonto y seguirles la corriente. Le
asignan a una misión en un planeta para proteger a unos científicos.
Ellos la pifian continuamente y él tiene que interrumpir su afición:
ver un culebrón espacial tipo Star Trek.
No
he leído los libros pero me voy a poner a ello de inmediato. Al
parecer la escritora ha recibido elogios y parabienes por la
representación de personajes, lo woke
y todas esas cosas. No he leído los libros pero lo que se ve en la
serie es puro sarcasmo. Si alguien no ve la ironía corrosiva con que
trata a la “trieja” y la variedad racial forzada es que tiene que
hacérselo mirar.
Matabot
(Alexander
Skarsgard)
es
el único normal y se burla de continuo de esa pandilla de idiotas.
Pero sobre todo confronta deseos y realidad. Ellos se ven a sí mismo
como inteligentes, guays, geniales y la realidad es lo opuesto.
Lo
mejor de la serie es que escuchamos sus pensamientos: ese tonillo
condescendiente, cínico. Matabot, como buen robot, es objetivo,
certero en sus análisis, realista. Y vive rodeado de majaderos que
van con un lirio en la mano, ingenuos, sentimentales. Ojo: eso no
resta para que los mire con humanidad, conmovido de su miseria.
Las
muertes que comienzan a ocurrir -la realidad- ha venido a sacarles de
su atontamiento.
Es
muy divertida, tiene sus dosis de acción y tensión. A veces le
falla el ritmo pero el conjunto está logrado. Me gusta mucho esa
relación de desconfianza entre Matabot y Gurathin. Qué
bien la desarrollan.
Capítulos
cortísimos. Algunos no llegan a 20 minutos.
El
último capítulo es un poco más largo, un poco más oscuro,
melancólico. El tono y el lugar cambian por completo y encarrilan la
serie a una nueva temporada que espero que llegue cuanto antes.
-A
veces vuelven y se cargan al becario que ayudó a fabricarlas.
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