6/9/22

Vikrant Rona

Está claro que en India les importa todo un bledo mientras sea bonito. La peli es un cuento (en fin, cuento) que leen unos niños. Vaya historia para que la lean unos niños, pero como no les preocupa el metraje, allá que van con una secuencia irrelevante de introducción. Como irrelevantes son los bailes sin relación con la trama. Un asesinato macabro y…
  baile. Pero, oye, quién se resiste a esos bailes tan alucinantes. Que tienen que presentar al poli, al héroe, a la máquina total, pues añadimos una escena en un barco de mafiosos, separada de toda la historia, para que veamos que Vikrant Rona es un tío duro. En India el artificio no es un error: es lo que se busca.
Y cada pelea, cada tortazo, cada movimiento anatómico imposible, lo preceden con cámara rápida y luego lo detienen en un ralentí extremo.
Ahorcamientos de niños, muertes macabras, escenas terroríficas y… ¡otro baile!
Y tú mismo acabas cantado:
-¡Ra! ¡Ra! ¡Rakkamma! Ekka Sakka Ekka Sakka.
Pero ahí está la cosa. Todo es muy bonito, muy bien fotografiado, cuidadísimo desde un punto de vista estético, con colores saturados, nítidos aun en la oscuridad.
Está en marcha una boda en un pueblo un tanto perdido. Una sucesión de muertes es la consecuencia de algo que ocurrió 28 años atrás. Menos mal que está ahí Vikrant Rona para arreglar las cosas.
140 minutos extraños en los que fondo y forma se dan de bofetadas. Pero en India no les importa. Que se preocupen los occidentales por la coherencia.
-¡Ra! ¡Ra! ¡Rakkamma!

No hay comentarios: