Era el año 1992 y llegó un tipo que se llamaba Quentin Tarantino para darle un meneo al cine. Hoy esta película no podría hacerse. Nada de de inclusión. Chistes racistas sobre negros, judíos y gays. La única mujer que recita un par de frases es sacada por la ventanilla de un coche. Otra es asesinada sin que llegue a hablar. Y nunca les vemos la cara. Una peli de tipos blancos, machos alfa.
En los 90 aún distinguían entre lo que es el cine y lo que es la ideología. El cine no era vehículo de nada ni de nadie.
La cuestión es que estos machitos nos contaron una historia de un atraco sin atraco, un atraco fallido del que sólo vemos las consecuencias. Y Tarantino nos ofreció cosas que nunca o casi nunca habíamos visto, pequeños detalles de planificación, ocurrencias llamativas y ese pulso magistral para los diálogos que tenía desde el principio.
Y con todo lo cafres que son, o quizá precisamente por eso, se comportan, como dice su jefe, exactamente como chavales en un colegio. Imposible pedirles que actúen con lógica y serenidad en una situación de crisis. Eso desata tanto la acción como los diálogos. Y Steve Buscemi insistiendo en que tienen que ser profesionales.
Las cosas sólo podían terminar de una manera.
-¿Te lo has pasado tan bien como yo?
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