Nos
estamos acostumbrando a grandes bodrios supuestamente estéticos. Y no
deberíamos. Por ejemplo: van a convertir el Santiago Bernabéu en un tupper y a
todo el mundo le parece bien. Y deberíamos estar demandando a Florentino.
Sí, vale, ya sé que con su legión de abogados él ganaría, pero… ¿un tupper? ¿En
serio?
Stephanie
es una perfecta mamá, bloguera culinaria. Y conoce a Emily, una mamá elegante,
glamurosa, rica, de armas tomar. Emily le pide un pequeño favor a Stephanie:
que recoja a su hijo de la escuela. Emily desaparece.
No
encaja la mezcla de géneros, los actores interpretan de forma distinta en cada
escena, como si estuviesen en diferente películas o como si hubiesen cambiado
de personalidad (Anna Kendrick en una conversación con el poli parece
que es otra escena de otra peli, por no mencionar la bobada del granjero en
plan Wolf Creek), hay decenas
de cabos sueltos, quiere ser seria pero con momentos de comedia. Y no funciona
ni como comedia (rupturas de tono estúpidas) ni como suspense (se vuelve cada
vez más absurdo).
Ha
recibido críticas decentes. No muy buenas, no muy malas. Supongo que le han concedido
cierta respetabilidad por Anna Kendrick y Blake Lively. Sin ellas
habría sido más fácil admitir que es una chapuza enorme.
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