En
1937 se filma Ha nacido una estrella.
Con Janet Gaynor y Fredric March. Una historia sólida,
sin dramones excesivos ni sentimentalismos. En 1954 se filma el primer remake. Con Judy Garland y James
Mason. Una película tan preciosa como dramática con un guión magnífico. Un
clásico. Superando a la original. En 1976 se hace el segundo remake. Con Barbra Streisand y Kris
Kristofferson. Un desastre hippie, enormemente ridículo en el que no crees
nada de lo que pasa.
Y
ahora Bradley Cooper se dirige a sí mismo y a Lady Gaga (que
sorprendentemente, disfrazada de ella, actúa con decencia) en un pestiño de gran
calibre. Sentimental, previsible, simple, muy simple, simplona, muy yanqui, ligerita,
superficial. Nivel de inteligencia dramática: 0. Nivel de ternurismo
epidérmico: 10. Éxito seguro porque todo es blandito… y estúpido.
Las
canciones son, por supuesto, para las masas. No van a arriesgar con una música
algo más experimental o indie. No, por favor. Comida basura. Que es la más
rica, claro está.
No
sé. Igual me estoy pasando. Admito que tiene algunas escenas muy buenas y que, en sentido estricto, mala no es. Pero desde los primeros minutos me empezó a doler
el estómago con ese estilo tan manipulador y de buen rollito. Hay decenas de
películas semejantes todos los años. Ya sabes: de esas que no aportan nada. Y
no hay que elogiar en exceso las naderías aunque estén Cooper y Gaga.
Por
cierto: muy narcisista Bradley Cooper.
Y
Judy Garland es Judy Garland. Con eso debería estar todo dicho.
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