Tras
evitar un atentado terrorista en el tren en que viaja con sus hijos, Dave Budd
es asignado como guardaespaldas de la Ministra de Interior de Inglaterra.
El
potente arranque de 20 minutos no deja vislumbrar la enorme comercialidad que
hay detrás. Parece que será una serie de nivel pero, a medida que avanza, se
convierte en un culebrón a lo Shonda Rhimes.
Me
ha gustado el modo de retratar esa jaula de grillos. En mitad de una oleada de
atentados, todos están contra todos: políticos, policías, servicios secretos,
ex militares, periodistas. Todos intentando sacar tajada derribando a los
demás. Eso sí: todo por la seguridad nacional.
Pero
eso no compensa los embrollos sentimentales inverosímiles, las coincidencias
fortuitas, las vueltas de tuerca excesivas. Está hecha para enganchar a las
masas con los recursos más abracadabrantes. A veces roza la magia. De ahí a que
sea una buena serie hay un abismo.
Al
mismo tiempo que entiendo su enorme éxito de público no entiendo que una
crítica seria la dé por válida. A mí me
ha costado esfuerzo. Vi tres capítulos y lo dejé. Semanas después tomé lo que
quedaba. Fue como presenciar un derrumbe. Un gran comienzo que se desmorona
hacia un final imposible de aceptar.
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