Ahora
que Netflix y otras plataformas permiten el dispendio de grandes sumas de
dinero, en España no hemos dicho que no, claro. En La sombra de la ley se nota ese dinero. Mucho.
Y
se nota que lo han tomado como un niño con un juguete nuevo al que hay sacarle
todo el partido el primer día. Hay una planificación elegante, e incluso
virtuosa, con largos travellings sorprendentes. Eso se conjuga con un guión de
garrafón, frases impostadas y situaciones que atufan falsedad por cada poro. Clichés
a mansalva. Protagonistas simples, secundarios de adorno.
Pasa
una hora hasta que el tinglado decide tomar una dirección. La verdadera trama
queda asfixiada entre el catálogo de correcciones políticas metidas a
puntapiés: feministas, obreros, anarquistas, sindicatos…
Se
agradece mucho el esfuerzo de Dani de la Torre en su dirección. Muy
logrados los tiroteos, peleas y persecuciones en coches. Pero esa trama, ese
guión, está escrito con brochazos gordos y ridículos.
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