¿Sabes
por qué no ha fallado ninguna de las tres películas de Un
lugar tranquilo?
Porque sus personajes están muy bien escritos. Cargan con una
mochila dramática antes de que el drama en sí empiece. Y puestos a
ser dramáticas hay pocas que pueden igualar a Lupita
Nyong’o,
que la chica, cuando se pone, se pone.
Está
acompañada por Joseph
Quinn.
Interesante cómo el rockero extrovertido de Stranger Things se
transforma en el trajeado y apocado Eric. Él aparece bien avanzado
el metraje pero ambos construyen su propia historia más allá de
monstruos e invasiones alienígenas.
Por
no mencionar al gato. El gato es otro protagonista interesante.
Me
sorprende cómo la película, antes de la invasión, ya va colocando
capas de tristeza: el trauma de Samira, la historia de la marioneta…
Construyen una atmósfera que te va preparando para lo que viene.
El
guion viene apoyado por una planificación impactante. Muy
impactante. Es una de esas pelis en las que uno disfruta mirando
dónde ponen la cámara para causarte determinada sensación. Me
quedo con esa secuencia de una multitud silenciosa ambulante, que lo
ves y sabes que no puede acabar bien. Me parece muy poética toda la
secuencia tras salir de la iglesia, el modo en que fotografían el
Nueva York post-apocalíptico.
El
final. Duro. Triste. Como tiene que ser de modo inevitable. En poco
más de hora y media nos muestran la conexión de dos extraños, lo
que hacen mutuamente para ayudarse, la gratuidad con que se entregan
para que el otro tengo un poquito de felicidad antes del final. Y
sin necesidad de rollo romántico.
Muy
bien. Quiero más lugares tranquilos si continúan con este nivel.
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