Richard
Linklater
es un director muy peculiar y versátil. No sé si he dejado caer
alguna vez que considero a School
of Rock
algo así como una obra maestra. Y su trilogía del
Antes
(Antes
de
amanecer,
Antes
del atardecer,
Antes
del anochecer)
sin volverme loco, es ya un clásico. Y tiene cosas tan extrañas como Dónde
estás,
Bernadette
que me obliga a verlas un par de veces. Boyhood
no. Esa no hay quien se la trague dos veces.
Ahora
nos cuenta la historia de Gary, profesor de filosofía, con aficiones
tecnológicas, colaborador de la policía. Un día le piden que se
haga pasar por sicario. Para ver quién le contrata. Y el tío,
contra todo pronóstico, se mete en el papel. Y lo hace muy bien.
Me
parecen muy buenos su primer y último acto. El centro es más débil.
Al inicio conocemos a
esa gente que contrata un sicario. Fauna alucinante. No me habría
importado si toda la película fuese así, mostrándonos
personalidades obsesivas sin prácticamente conciencia moral. Luego
llega la ex. Introduce la esencia de la peli, la verdadera cuestión
de fondo: cómo construimos quiénes somos.
Sólo
cuando está todo dispuesto (el procedimiento, lo que se quiere
contar) empieza la historia de verdad: Gary conoce a Madison. La
mujer fatal, la seductora, la sensual. Y se complican las cosas. Se
complican para Gary y para el espectador. No
me resulta muy creíble cómo ambos
se
adentran
en ese tramo erótico
tipo
Fuego
en el cuerpo.
Eso no está bien contado. No
acabo de creérmelos. Una vez más la trama romántica rompe el ritmo, sobre todo porque la profundidad psicológica de Madison es 0.
Cuando
por fin salen de esa dinámica (aparece el marido de Madison) la
película vuelve a encarrilarse y funciona con precisión. Me encanta
cómo, a partir de ahí, el enredo dramático se desenreda en
comedia. Ahí vemos al fin al Linklater
ingenioso, brillante.
Glen
Powell
y Adria
Arjona
aprovechan para lucise.
El
personaje de Jasper es buenísimo, un poli sinvergüenza con la
desenvoltura que da la experiencia. Qué máquina.
Una
historieta amoral con mensaje moral. No estará en mi panteón de
obras de Linklater
pero desde luego no es nada despreciable gracias a un tercer acto
perfecto.
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