Dove
publica algo que no debía y se mete en líos legales. En el
periódico deciden alejarla por un tiempo: que vaya a Irlanda, a
Bodkin, a grabar un pódcast con un americano (Gilbert) y una chica
nueva (Emmy) sobre las desapariciones de hace 20 años en la noche de
Samhain.
Dove
busca la resolución del misterio como periodista que es, sin
importarle los trapos sucios que pueda haber. Gilbert está
interesado en la gente, las historias, el folclore y las costumbres
del lugar.
Esas
dos corrientes son las que vemos en la serie. Por un lado el
misterio, por otro lado las extravagantes gentes irlandesas, las
rarezas humanas. El primer capítulo es muy desconcertante. Y
muy bueno (aprovéchalo que luego nada será lo mismo).
Hay muchísimos personajes haciendo cosas raras. Poco a poco lo
desconcertante se transforma, simplemente, en misterio. Conocemos a
la gente, vemos porque hace lo que hace. Y progresivamente el
objetivo de Gilbert se va transformando en el objetivo de Dove. El
capítulo 4 es el momento en que el fiel de la balanza se desplaza de
uno a otro lado.
Y,
en mi opinión, ahí empieza la serie una deriva cuesta abajo.
Los
personajes son interesantes pero la historia empeora a medida que
avanza por un motivo muy sencillo: no necesita tantos capítulos, no
precisa alargarse, retorcerse, embarullarse. El efecto inicial, la
potencia de su sugerencia se diluye en confusión.
Me
gustó mucho en sus inicios y me acabó aburriendo en sus últimos
capítulos. El
humor que conllevaba la extravagancia desaparece también por
completo. Sí. Me costó acabarla, quién lo iba a decir tras ver el
arranque.
-¿Qué?
Creí que erais de #VivirEnFurgoneta.
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