En
la selva de Filipinas unos soldados americanos ejecutan una misión
arriesgada. En el cuartel de Las Vegas se lo toman con calma hasta
que llegue el momento de usar el dron.
La
primera media hora se me hizo pesada. Es ese momento en que te
presentan a los personajes y les dotan de carácter. Ahí se juegan
mucho porque es difícil escapar de los lugares comunes. Aquí no lo
logran. Incluso Russell
Crowe,
con una psicología más marcada y definida, cansa un poco con sus
manías, idas y venidas.
A
la media hora empieza la misión en sí. Y me interesó. Porque a la
complejidad inicial se le añade el caos. Hay más gente que no
esperaban, con sus propios planes y todo se va al garete.
Los
americanos han hecho cientos de estas películas bélicas y saben qué
teclas apretar: aquí una explosión en cámara lenta, aquí planos
cercanos, aquí cámara al hombro… No es la gran cosa pero se deja
ver con facilidad porque visualmente es resultona.
Va
en un poco en la línea de Espías
desde el cielo:
menos ética, más acción, pero destacando la relevancia de los
drones en la guerra actual. Los hombres de Texas se convierten en los
ojos, la defensa y el ataque de quienes vagan por la jungla. Una
historia de supervivencia que cuenta con el apoyo de la tecnología.
Demasiadas cosas convencionales, peleas y más peleas, pero hay algún
elemento apreciable.
Curioso
ese montaje entre la cárcel macabra y el súper de Las Vegas con el
momento bañera incluido.
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