5/2/24

Argylle

La primera parte de la película, digamos que todos esos giros locos (loquísimos), se me hizo entretenida. No pienso que sea buena película en ningún momento, pero ese fragmento mantuvo mi atención.
Lo que no tiene perdón son esas tres secuencias finales de acción, sucesivas, que no hay por donde cogerlas. Primero los botes de humo, después lo del petróleo y finalmente el hipnotismo. Son bobísimas, recargadas en digitalización, supuestamente humorísticas y bastante patéticas. Y podrías perdonar una y concluir que a Vaughn se le fue la olla temporalmente. Pero tres secuencias, sin descanso, sin interés alguno, a esas alturas de película, es ponérselo difícil al espectador: se hace muy larga, aburre. Y pocas cosas hay tan malas como escenas de acción que aburren.
Al principio me gustó. Parecía tener algo metaliterario o metacinematográfico, ideas curiosas. Esos juegos de transición entre Henry Cavill y Sam Rockwell estaban muy bien.
Pero ya está. Esto no da para más. Y si en los créditos finales te muestra una escena que enlaza el barullo con Kingsman, que ya tuvo dos películas más de las que debió tener, me deja la conclusión de que este señor tiene un juguete para él solo y pretende cobrarnos por mirar su obsesión. Yo he llegado hasta aquí.
Como están Bryce Dallas Howard, Sam Rockwell, Henry Cavill, Dua Lipa, Bryan Cranston, Samuel L. Jackson, Ariana de Bose, John Cena y el gato de Claudia Schiffer, parece que es obligatorio verla. Pero qué va.

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