-Yo
creo que estamos hechos del mismo material que las películas.
Años
60,
minas de sal en Chile, un pueblo de trabajadores. Cuando el padre de
Margarita sufre un accidente la familia pierde su única fuente de
ingresos. En vez de ir los 6 al cine los domingos sólo puede ir uno.
Y luego les cuenta la película. Pero nadie las cuenta como
Margarita. La
madre abandona a la familia y
Margarita comienza a contar películas a aquellos que ni siquiera
pueden ir al cine.
Lone
Scherfig
se sumerge en una película dramática, cruda. Pensé que sería más
suave y melancólica, pero es, sobre todo triste, dolorosa y con tan
solo un resquicio de esperanza.
La
directora es magnífica en la dirección, planificación, montaje,
fotografía… También está bien en la construcción no maniquea,
compleja, de algunos personajes, especialmente Daniel
Brühl.
Pero hay otros muchos secundarios que no terminan de definirse o que
aparecen y desaparecen bruscamente.
En
este sentido, en el último tercio todo parece demasiado rápido:
contar películas deja de importar, las conclusiones de las historias
de los hermanos se precipitan, la llegada de Pinochet…
Tal vez sea intencionado para mostrar la descomposición de una
familia, de un pueblo y de una sociedad entera, pero
cinematográficamente resulta algo embarullada.
Lo
mejor de todo es la selección de películas que vemos y oímos.
Están ahí por algo, están contando qué ocurre en la trama y pasan
a formar parte del argumento. El
hombre que mató a Liberty Valance,
El
apartamento,
Los
paraguas de Cherburgo…
Todas están ahí por una buena razón.
Es
una buena película en su mayor parte, flojea algo en su último tramo y tienes que estar dispuesto a surcar trauma tras trauma.
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