Llevaba
tiempo con el radar sobre esta película de 2022. Dirige Romain
Gavras, hijo de Costa-Gavras. Se nota.
Un
adolescente muere durante una revuelta en Francia. El barrio de
Atenea se convierte en una trinchera y el caos se desata.
La
secuencia de apertura, un travelling de 10 minutos largos, te
dejará con la boca abierta. Fue terminar de ver la película y
acudir a internet a ver cómo se había rodado. Y es aún más
sorprendente porque además de la cámara que filma está la cámara
que filma cómo se filma. Una locura potentísima que te deja pegado
al asiento.
Pero
es que después de eso el ritmo no baja, no da tregua, no hay respiro. Ese motín, esa revuelta
ciudadana con visos de guerra civil, se expresa enseguida como un
descontrol, las cosas se van de madre porque, en realidad, no hay una
cabeza pensante.
Esta
claro que Gavras tiene cierta aspiración de cine social pero
lo que le interesa es la fuerza visual de las imágenes. No tengo
claro que el mensaje que trata de transmitir logre por entero calar a
través de ellas y me parece que el drama, una auténtica tragedia
griega, no alcanza la emoción que busca.
A
mí no me importa mucho. Entre otras cosas porque la situación
social francesa es un polvorín y arriesgarse a predicar diciendo lo
que hay que hacer sería un error. Así que Gavras no lo hace.
Se limita a exponer la encrucijada social de Francia. Veo más
problemas en llamar a personajes como Karim y Abdel (Caín y Abel)
sin mucho sentido simbólico. Pero sí muestra cómo esos tres
hermanos reflejan la complejidad y el desgarro del país.
El
nombre de Atenea sí está bien elegido para el barrio. Diosa de la
guerra y la sabiduría. Lo segundo es más difícil de alcanzar.
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