5/2/23

Llaman a la puerta

Una buena razón para defender a
Shyamalan es su perspectiva única. Tiene un don particular para encuadrar. Tras El sexto sentido muchos lo bautizaron como el nuevo Spielberg por ese ojo, esa capacidad para colocar la cámara en ángulos inesperados, en lugares no explorados, en posiciones que provocaban impacto. Se diga lo que se diga del director tiene una extrema habilidad para planificar de formas novedosas.
Otra de las razones para defenderle es que va a su aire. Hasta en nimiedades como Airbender: El último guerrero hacía las cosas de forma distinta a cualquier otro director. Estructura, giros, desarrollos de guión imprevisibles.
Llaman a la puerta es su película más adocenada, más convencional, más previsible, más perezosa. Y si Shyamalan se nos adocena, ¿qué nos queda? No me refiero a lo de poner a una pareja gay porque es lo que toca (que también). El Shyamalan de ayer nos habría puesto una familia bien extraña. Un par de abuelos psicópatas, un tipo tímido con una tipa de armas tomar… Lo ideal habría sido una pareja con tendencias suicidas o con un defecto que es su maldición y su suerte. Me refiero, sobre todo, a que es una trama que hemos visto docenas de veces. Cuanto más avanza la trama más aburrida resulta. Metraje y más metraje que no añade nada a la narración. Esos flashback son un horror de ruptura de ritmo y él debería saberlo. Probablemente lo sabía y le ha dado igual. Trabaja para una gran productora, hace lo que le dicen, cumple y a otra cosa.
Dentro del género (gente que viene a secuestrarte en tu propia casa) no aporta nada, no dice nada, no deja ningún poso. La película de Shyamalan más fácilmente olvidable. Se podría haber contado todo en 4 minutos y luego ir al final. Eso sí: muy bien planificada. Pero nada más.

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