1/10/22

Blonde

El verdadero nombre de Marilyn Monroe era Norma Jeane y no podían ser más distintas. Marilyn era hermosa, sonriente, divertida, arrastraba a las masas. Norma siempre tuvo miedo, estuvo triste, deprimida, se sintió sola.
La apuesta del director es radical y por eso las reacciones también lo son.
Siempre he criticado que los biopics son con frecuencia plantillas, que se centran en la cronología ignorando la psicología del personaje. Andrew Dominik logra adentrarse en el carácter y personalidad aunque siga la biografía. Ése me parece el principal mérito de la película, ese buscar el núcleo, la esencia, del personaje. Y surge una película demoledora, angustiosa, devastadora, de una enorme tristeza. En el centro está la ausencia del padre y, a partir de ahí, cómo los hombres la convierten en objeto.
Lo difícil está en su aspecto visual. Hay largos travelling, planos cerrados, alternancia de color a blanco y negro, fundidos, juegos con la imagen real que pasa a ser una imagen en la sala de cine… Un abundante experimento de planificación que podría ser atractivo si no fuese un despilfarro. Porque no hay razón ni símbolo para ello. Ahora color, ahora blanco y negro. ¿Por qué? No se corresponde al estado de ánimo ni a ninguna lógica. Así que comprendo que, pese al esfuerzo titánico, se le critique porque es algo meramente caprichoso. Descoloca al espectador más que interesarlo.
Gran trabajo de Ana de Armas. Norma llora, sufre. La están maquillando. Se mira al espejo. Ya no es Norma, es Marilyn, sonríe, ríe, lanza un beso. Una transición brusca de una doble vida insoportable.
Es una película cruda, desagradable. Con ese mérito de adentrarse en la psicología y el desmérito de su exageración formal grotesca. Y, desde luego, casi tres horas de metraje que no ayudan.

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