Última
parte (por suerte) de la Trilogía de
Baztán tras El guardián invisible y Legado en los huesos.
No
he leído las novelas. Pero la intriga, en las películas, fracasa por completo.
El final, propuesto como sorpresa, es lo más obvio del mundo. De hecho estás
esperando que no suceda lo que sucede porque lo ves venir desde lejos. Desde
muy lejos.
La
intriga, la investigación policial, el suspense, no es el fuerte de la saga.
Pero es que tampoco tiene otros puntos fuertes. Parece que la intención es,
ante todo, hacer una historia de personajes. Pero son tan rocambolescos, tan
retorcidos, tan histriónicos, que acaban por resultar ridículos.
Por
cierto, todos esos suicidios de los implicados, se pongan como se pongan, no
tienen ningún sentido. Son gente que ha sacrificado mucho para tenerlo todo. No
van a arrojar su vida por la borda precisamente porque es lo contrario de lo
que esperan.
El
ambiente, la fotografía, la Navarra fría, oscura y lluviosa, sigue siendo lo
mejor. Pero después de tres películas hasta eso empieza a cansar.
Marta Etura empezó y terminó
siendo lo mejor. Pero incluso en esta película le obligan a ciertos momentos
extravagantes que, en fin…
Y los 140 minutos pesan como lápidas. Un despropósito sin justificación.
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