Emilio
Castillo, ingeniero argentino, asegura que los rusos le robaron los planos del
Sputnik. 1966. Cree que Argentina puede llegar a la Luna antes que nadie y pide
la creación de un Ministerio Aeroespacial.
Es
cine absurdo, sin sentido. Es esperpento. Emilio Castillo es un personaje
kafkiano atrapado en una sociedad corrupta pero también en su propia idiotez.
Las cosas que pasan son muy raras (pero no especialmente graciosas). Algunas
escenas como las entrevistas con el Director son pesadísimas, agotadoras,
conversaciones que ya nos han dejado claro de qué va la cosa pero, aún así, se
insiste y se insiste.
Así
que no puedo decir que Matías Szulanski sea buen guionista. Al menos no
por la presente película. Sus 75 minutos de duración llegan a hacerse eternos.
Pero como director es otra cosa. Es bonita toda esa estética sesentera de
colores cálidos, vestuario, encuadres, alguna idea visual curiosa y alguna ida
de la olla (el sueño de las guaraníes en la Luna). Incluso los créditos. Los
zoom no. Por favor, que se los ahorre. Aunque sean deliberados e irónicos son
un espanto.
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