28/9/19

Rambo: Last Blood


Durante la primera hora no mata a nadie. Cuando piensas que se está volviendo un blandengue se pone las pilas. Los últimos minutos son muy salvajes. Cabezas, piernas, brazos… Venga amputaciones aquí y allá de forma imaginativa. Uno a uno. Ríete tú del mensaje de El Padrino, del caballo en la cama. Rambo sí que sabe dejar mensajes.
Hay que agradecerle eso: que la pelea final dure solamente 10 minutos, que no se exceda en un combate marvelita interminable.
Hay mucha gente que se ha amargado porque ha visto detrás de esto un mensaje pro-Trump. No hay que complicarse la vida, creo yo. Mensaje no hay ninguno. Rambo sigue siendo el mismo. El tío que ve una injusticia y decide arreglarla por su cuenta y por el medio más rápido posible: cuchillos, flechas, puntas, fuego… Ahorras mucho dinero al Estado en policías, jueces y burocracia. Y es más definitivo. Un artista de la carnicería. Pero no hay más detrás.
Se le puede criticar que se parezca más a una de venganza de Liam Neeson que a una de Rambo. Esa red de túneles bajo su casa (mira que es previsor, el chico) no es del todo buen sustituto de la selva y los bosques.
Para quien no lo recuerde, Rambo no se titulaba Rambo. Se titulaba First Blood. Así que esperemos que este Last Blood sea efectivamente el final. Aunque yo no las tendría todas conmigo.

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