Psa.
Tengo
mis problemas con James Gray. Un director un poquito pretencioso que
cree que tras sus películas hay más de lo que realmente hay.
Me
gustan muchas cosas, francamente. Su diseño de producción, escenas y giros
inesperados e, incluso, esa perspectiva de una historia de ciencia-ficción en
la que lo importante es el mundo interior de los personajes. Es decir: que no
tengo nada en contra de las partes lentas que a muchos les cuestan. Al contrario.
Indudablemente
hay una clara inspiración en El
corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, cambiando los
trópicos africanos por el espacio. El fondo de la historia habla de cómo el
afán de conocimiento puede llevar a la locura, cómo el no establecer
prioridades nos descamina, cómo abandonar la ruta de las relaciones humanas nos
deshumaniza.
No
es poco, ciertamente. Pero eso no justifica muchas de las decisiones que se
toman. La voz en off cuenta cosas que
son obvias y no tendría por qué contar (Brad Pitt es un actor muy bueno
y sabe cómo transmitirlo). En cambio otras cosas, otras reacciones, quedan un
poco cojas.
En
esa transmisión de la interioridad hay, con frecuencia, demasiado artificio. Y
el final, tal y como lo plantea, deja un poco indiferente. Le falta fuerza.
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