Campanella es Campanella.
Sus pelis gustarán más o menos, serán más pequeñas o más grandes, comedia o
drama, se llevarán el Oscar o no. Pero siempre hay mucho cine detrás. Mucho.
En
El cuento de las comadrejas
rinde homenaje a películas del cine clásico y, aunque el principal referente
sea El crepúsculo de los dioses,
se pueden rastrear otros muchos guiños a grandes películas del pasado.
La
trama tiene aire de cine negro aderezado con humor negro. Hay bastante comedia y mala leche en una historia que pudo ser muy triste. De hecho, a ratos, es divertidísima.
El director se ríe hasta de sí mismo. La estructura es moderna, con mecanismos
actuales. Su principal defecto (cierta teatralidad) se esquiva con bastante
elegancia gracias a una planificación en muchos casos llamativa.
Ese
duelo, llamémoslo generacional, tal vez sea muy sencillo, pero creo que a Campanella
no le interesa el duelo en sí, sino resaltar el valor de la veteranía, la
sabiduría que da la experiencia. Lo mejor son los personajes y sus diálogos. Es
ahí donde se esmera.
Y
atención a Clara Lago, su acento y su interpretación. Probablemente su
mejor papel hasta el presente. Y si te gustan Les Luthiers, ahí está también Marcos Mundstock.
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